Cuenta la leyenda nahua que el origen del
mundo sucedió así...
En un inicio, la Tierra estaba
cubierta con agua salada, existiendo sólo un océano primigenio y en esta
bastedad, habitaba un gigantesco y voraz
monstruo marino que tenía muchos ojos, llamado Cipactli, esta terrible
criatura, no permitía que cohabitará junto a él, ningún otro ser.
El corazón de Quetzalcóatl (el que
manifiesta la vida, la luz y el día) se entristecía al observar la inmensa
soledad de éste extenso territorio cubierto solamente con agua, fue
entonces que decidió formar alianza con su hermano Tezcatlipoca (el que
representa la muerte y la noche) iniciando así la dualidad.
Tezcatlipoca y Quetzalcóatl
trabajaron en conjunto para crear el mundo y la vida, formando un plan
para engañar a la bestia.
Tezcatlipoca ofreció su pie como
señuelo, engañando al monstruo para que saliera a la superficie, este emergió y
se lo comió, entonces, ambas deidades lo sujetaron fuertemente y se apoderaron
de él, extendiéndolo para convertirlo en tierra, sus múltiples ojos se
convirtieron en estanques y lagunas con agua dulce y sus fosas nasales en cuevas, su espinazo dio origen a las zonas montañosas, a los cerros y barrancos; su
gruesa piel se convirtió en suelo firme y muy rico en nutrientes, fértil para
la siembra. La muerte de la gran bestia permitió el nacimiento de la vida y el
origen del mundo como lo conocemos.
En su honor las deidades, nombraron el
primer día del mundo como "Cipactli" que en el calendario
azteca significa o representa Día Uno.
Para resarcir el daño que le hicieron al
monstruo, Tezcatlipoca exige ofrendas humanas consistentes en dar de cada uno
lo mejor de sí, alcanzando la trascendencia a través de la acción y la
preservación de la naturaleza.
Cuento tradicional mexicano, modificado
por Cipactli Organización Ecológica y Sustentable 2015.
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